“Si miro a la masa, nunca actuaré”
–Madre Teresa de Calcuta-
Estos últimos meses han sido
capaces de revolver e inundar de miedo la mente de muchas personas. La crisis
sanitaria del Ébola unida a la pecaría situación de inseguridad e inestabilidad
tan habitual en estos últimos años han mostrado –una vez más- como actuamos en
momentos de crisis, de insetabilidad o lo que es lo mismo: cuando vemos
peligrar nuestra seguridad. Ahora, en un momento en el que los medios de
comunicación parecen llevarnos a la calma y al “ya pasó”, es el momento idóneo
para recapitular y entender a nuestra sociedad un poco mejor.
Todos los días vemos en la
televisión, los periódicos y las redes sociales algún caso de injusticia
social. Todos sabemos que en otros países –y porque no, en el nuestro- hay
gente que sufre malnutrición, violaciones, asesinatos, guerra… ¿Quién negaría
que estas situaciones no acontecen en nuestro día a día? Estos casos pueden que
en algún momento nos causen impresión y si nos preguntan acerca de si
deberíamos apoyarlos la gran mayoría de occidentales dirán que no. Esto es
debido a que existe una moral universal. Sin embargo, la realidad es que se han
producido dos procesos1 muy automatizados mediante los cuales por
una parte nos protegemos (sentimos que no podemos hacer nada ante las
injusticias del mundo) y por otra nos justificamos (necesitamos saber que lo
que hacemos es lo correcto).
Por una parte está la desinvidualización, es decir, es el
proceso por el que vemos a seres individuales solo en términos de su identidad
grupal, de modo que todos tienen las mismas características que el resto de
integrantes del grupo. Cuanto más numeroso sea el grupo, más probable es que
pensemos en él como en un conjunto que en sus partes individuales.
El otro proceso se denomina desvincularización que se puede
considerar el opuesto a la empatía. Está
muy unido a la desindividualización y no se puede entender sin tenerlo en
cuanta. Es el mecanismo mediante el cual alejamos a la víctima (incluso
llegando a cosificarla) de modo que no la vemos como individuo, ni somos
capaces de ponernos en su situación. Uno de los factores que propensa la
desvincularización es la distancia: cuando más nos alejamos de la víctima más
dificultades tenemos para ponernos en su lugar. Si además, no solo está lejos
sino que pertenece a otra cultura, otra especie u otra etnia tenemos más papeletas
para que este mecanismo de nuestro subconsciente se active.
Sabiendo todo esto podemos
empezar a entender por qué todo el mundo conoce a Teresa Romero –e incluso a
Excálibur- pero las 5.000 personas que han muerto por esta enfermedad no han
tenido ni la mitad de la repercusión mediática.
La sociedad no ha perdido los
papeles con Excálibur ni podemos echar la culpa a los medios de comunicación (aunque juegan un papel muy importante). Excálibur
es una metáfora2, Teresa Romero es un ejemplo y los miles de muertos
en todo el mundo aunque no sean de enfermedades o de injusticias tan mediáticas son
las verdaderas víctimas. Cada día la historia se repite.3
1: Aunque existen muchos procesos
psicológicos que en otras entradas explicaré, vamos a centrarnos en solo dos
que sirvan como explicación del tema que nos queremos centrar.
2: Mientras toda la responsabilidad
de una enfermedad no la puede ejercer ningún país, sí estaba toda la
responsabilidad de seguir con un procedimiento ético desde el punto de vista
científico y moral. Sin embargo, se sacrificó al perro.
3: No queremos faltar al respeto
a nadie. La dignidad –humano o no- es igual para cualquier individuo. Desde
aquí apoyamos firmemente a Teresa Romero y Excálibur. En ningún momento los
menospreciamos.
Bibliografía:
“Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos
con las vacas: Una introducción al carnismo” -Melanie Joy-
"El mundo en tus manos: no es magia, es inteligencia social" -Elsa Punset-
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