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domingo, 4 de septiembre de 2016

Todo positivo, ¿nada negativo?

Como reacción a las corrientes de adiestramiento que no tenían en cuenta las emociones ni la cognición de los animales, caracterizadas por el uso del castigo -al cual le asociamos collares de pinchos, eléctricos etc-, nace una nueva consigna que hoy en día se ha convertido en un buen gancho comercial: "todo positivo. No usamos nada negativo". 


No voy a justificar jamás aquellos que usan el castigo de forma indiscriminada, sin tener en cuenta todas las dimensiones del perro -física, social, cognitiva y emocional-. Tampoco voy a justificar a aquellos que no quieren generar el mas mínimo de estrés llegando al punto de privarle o reducirle las horas de actividades, como puede ser el paseo. Me quiero posicionar en un punto entre medias de los dos extremos pero para ello debemos entender la ciencia, la etología y dejarnos de sensacionalismos.

El estrés no es malo. El problema es cuando se hace crónico. La vida del león, la del perro y la del caracol están llenas de estrés. Obviar que el perro no va a tener situaciones de estrés es dar la espalda a la naturaleza. Cuando nos vamos a trabajar y nuestro compañero se queda o incluso al coger la correa para salir a pasear estamos generando situaciones de estrés. Si estas situaciones son inevitables, ¿no sería más lógico darle herramientas para saber afrontar estas situaciones?  
La gran mayoría de problemas de comportamiento vienen de la mano de una mala gestión emocional. Si al coger la correa para salir a pasear se hace pis, salta encima de nosotros, no es capaz de tranquilizarse... sucede que el perro no es capaz de crear conductas adaptativas (concordantes con la situación) al no tener suficiente control emocional. 

Durante las sesiones de adiestramiento ponemos al perro ante una serie de problemas que genera un nivel de estrés suficientemente bajo como para que pueda resolver la situación y poco a poco aumentar la dificultad. Las conexiones neuronales que se forman cuando el animal ha resuelto un conflicto son extrapolables a la vida diaria. Así el adiestramiento se convierte en una especie de simulacro de la vida real. 

Un adversivo es algo que genera malestar en el perro pero sin sobrepasar el nivel de molestia. Poner un post-it en la nariz del perro podría ser un ejemplo: a ningún perro le gusta pero generalmente no le va crear ninguna secuela. Cuando el perro es capaz de buscar una solución para librarse de ese pequeño adversivo, como puede ser quitárselo con la pata, está activando mecanismos que en un futuro le servirá para resolver más rápido los conflictos y aumentar su resistencia al estrés. Que un estímulo sobrepase el nivel de molestia en un perro no significa que en todos sea así. Hay factores como la raza, la historia personal de cada animal, problemas físicos... que habrá que tener en cuenta. Hay una regla de oro a la hora de usar adversivos: como mínimo el 80% de nuestra relación debe ser positiva frente a un 20% de estímulos negativos. 

Regañar, gritar o castigar al perro por algo que no sabe hacer o algún comportamiento etológicamente lícito (comerse un trozo de comida que hemos dejado en la encimera, por ejemplo) es maltrato. Jamás podemos exigir a nadie hacer algo si previamente no se lo hemos enseñado. 
Usar el castigo de manera incorrecta puede generar graves problemas emocionales, físicos e incluso verse afectado el plano social; por ello siempre hay que contar con un profesional que valore cada caso de manera individual. 

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